No hay nadie // Miedo al soltar presa

Mondo con Sengyo van Leuven | Saint-Thierry, Mayo 2015

En el kusen de la mañana, en un momento dado, nos has dicho: “No hay nadie”. Mi pregunta es: “¿Quién constata que no hay nadie? Y, ¿quién es esa persona?”

S.V.L : No hay nadie que constate que no hay nadie. Precisamente puesto que no hay nadie para constatar que no hay nadie, deducimos que no hay nadie.

¿No hay entonces un miedo, un vértigo de ese estado? Diciendo que hay un peligro de locura mental, de perderse, de no volver.

S.V.L : No, hay que hacer la experiencia de la muerte para vivir. Pero mientras el cuerpo no se descompone, hay que volver a la vida. Siempre hay que hacer la experiencia de la muerte, sino es imposible vivir realmente. Abandonar la idea que tenemos de nosotros mismos, de las personas, de la vida, de lo que debe ser, de cómo debe ser, para poder afrontar, hacer frente realmente al instante presente, más allá del intelecto, cortocircuitando el intelecto que siempre quiere categorizar, juzgar, etc.

Hay que vivir de práctica a práctica, de corazón a corazón, de buda a buda. Zazen se practica en el seno mismo del despertar. Es exactamente eso: en pleno zazen, no hay nadie. Efectivamente hay un vaivén entre las cuatro etapas de Dhyana, así es que hay momentos en los que hay una persona y hay momentos en los que no hay nadie. Hay que ser libres para hacer esa ida y vuelta y eso sólo es así cuando no hay nadie, ninguna entidad que pueda apegarse a sea lo que sea, es lo que yo llamo “no hay nadie”. Y en ese momento, dejamos de creer que somos una entidad separada de todo el resto. Pero si vamos demasiado a la vacuidad, hay que venir a apoyarse en los fenómenos. Si estamos demasiados apegados a los fenómenos, hay que ver la vacuidad de ellos. Hay que poder englobar siempre el todo, casar lo relativo y lo absoluto, colocar los dos en su justo lugar y comprender cómo existen los dos juntos.

No hay que malinterpretar lo dicho a nivel absoluto o a nivel relativo. Se interconecta. Pero el lenguaje desgraciadamente es tal que estamos siempre obligados a excluir algo para poder decir algo con cierto sentido y luego excluir esto para decir lo opuesto. Es el lenguaje, simplemente.

No es pues que no haya ninguna entidad que exista o que no exista. Tú, tú eres tú y yo, yo soy yo, pero en lo absoluto, entre tú y yo no hay diferencia y sobre todo en zazen, donde abandonamos el apego a un concepto sobre “sí”, dejamos caer la idea de que “yo” hago zazen. Zazen hace zazen. En ese momento, todas las barreras entre interior y exterior caen. Los sonidos son sólo sonidos, no hay interpretación, sólo el universo que produce algo como nosotros somos producidos en un instante por el universo.

Es porque tu madre y tu padre tuvieron relaciones sexuales o los míos tuvieron relaciones sexuales… A veces es difícil de creer pero, es al menos por eso que estás ahí y ellos estaban allí porque sus padres habían tenido relaciones sexuales y porque comieron y bebieron agua, alimento, que disfrutaron del sol… etc. Todo el universo se produce en un cuerpo. Pues aunque veamos muchos cuerpos aquí, finalmente no es más que un cuerpo. En cualquier caso no es el nuestro, no es un cuerpo individual, personal, es el cuerpo del universo y es como es. Debemos cuidarlo, porque sólo con el cuerpo podemos practicar la Vía, pero no podemos darle órdenes. Él sigue sus propias leyes. Y tu cuerpo es como es, el mío es como es, con mala o buena salud. Finalmente no podemos hacer nada. Nos cuidamos, sí, pero no podemos apoyarnos en eso; es como es y le hacemos lo mejor que podemos con sus datos sin pensar que sea diferente. Porque es precisamente eso lo que crea nuestro sufrimiento.

 

A menudo, en las enseñanzas del Zen, el hecho de tener que abandonar, no seguir los propios pensamientos da un poco de miedo, una especie de ilusión de pérdida… En el Shobogenzo, Dogen propone preguntarse: “¿Qué es?” Esta cuestión me parece interesante, pues permite inscribirse en un ciclo y no estar demasiado asustado por el hecho de tener que abandonarlo todo…

S.V.L : Sí, pero no debemos abandonarlo todo, hay que ponerlo todo en la perspectiva justa. Es lo que he tratado de traducir con la idea de casar los niveles absoluto y relativo. Si quieres ir a alguna parte en un país que no conoces –no en tu pueblo o en el barrio que conoces de memoria, e incluso ahí podemos equivocarnos,- utilizas un mapa.

La cartografía es tal que todavía incluye errores; está hecha de una manera determinada. Si vemos un mapa plano del mundo, el mundo no es así. Por tanto, podemos utilizarlo, podemos situarnos, podemos navegar por él. Porque sabemos cómo está hecho ese plano.

Hay pues que saber cómo estamos hechos nosotros y ver que es útil tener un ego, una personalidad para funcionar en la sociedad, para navegar. Pero hay que verlo en su justa perspectiva. Es decir que, finalmente no es más que una construcción mental nacida en el origen de la apropiación del cuerpo. Nos decimos: “Este cuerpo, es yo, yo soy este cuerpo”. Y lo mismo con todos los otros agregados, las sensaciones, las percepciones… etc. Es la base de cortarse, de separarse de ahí de dónde venimos, de lo que realmente somos.

Pero a causa de la sociedad, de la educación… etc., y porque nos convence creerlo, empezamos a creer que efectivamente, lo que hemos construido es la realidad tal cual es, y no una realidad que hemos construido para funcionar bien en la sociedad. Y así, continuar haciendo idas y vueltas, es lo que tratamos de hacer aquí.

Durante zazen, tomamos contacto con la dimensión absoluta de nuestra existencia y comprendemos, actualizamos que esa no es nuestra existencia, sino que es la existencia en sí. Por tanto, la vida en sí. En sentido de la vida es ser vivida, ser vivida completamente, sin interferencia de un “yo” que le pone limitaciones, casillas, divisiones y que hace que ya no vivamos la vida enteramente. Porque lo detectamos, estamos de nuevo aquí, reunidos en este dojo. Es lo que nos ha impulsado a franquear el umbral. Es por el sentimiento de que no somos lo que creemos ser, esta especie de individuo separado del resto del mundo, sino que somos más que eso, que vamos más allá de eso, que hacemos nacer en nosotros el espíritu del Despertar.

Vemos por la impermanencia sobre la que no tenemos ningún poder que empezamos a comprender que hay otra cosa. Y esta otra cosa, es precisamente no estar separado, encontrar la unidad. Y por ello no debemos abandonar lo que somos, sino que debemos reencontrar lo que somos, abandonando la ilusión de lo que creemos ser. Y encontrar lo que realmente somos.

En esto, no hay ninguna sumisión, ninguna negación, en absoluto. Es sólo encontrar lo que siempre hemos sido en el origen y que no llegamos a ver porque hemos velado, hemos puesto capas de pintura y ya no vemos la madera originaria en todo su esplendor, no vemos más que la pintura descascarillada con diferentes capas, unas debajo de otras.

Jamás estamos contentos cuando vivimos así. Pero, porque es la única cosa que podemos conocer con nuestro intelecto y que no nos fiamos más que del intelecto en nuestra sociedad, creemos que lo vamos a perder todo. Pero por el contrario vamos a encontrarlo todo y a perder la ilusión que nos ha impedido encontrarlo todo. Así se va a producir justo la inversa, vamos a entrar en plenitud y no en ausencia, en carencia, en ascesis… Esto no es ascetismo, esto no hace daño, esto no es flagelarse hasta la sangre. No, es precisamente lo contrario. Es amar, amar tan fuerte que sólo pueden salir lágrimas.

 

Etiquetas: Sengyo Van Leuven

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